Por Javier Cavanilles
Cartel del clásico de Val Guest “El abominable hombre de las nieves” (1957).
Para
no perder tiempo, podemos definir la criptozoología como la búsqueda y
estudio de animales desconocidos. En principio, es una disciplina dentro
del mundo paranormal más seria que otras, ya que se supone que sus
miembros deben tener estudios universitarios relacionados (biología,
zoología...) pero la triste realidad es que la mayoría de los
criptozoólogos son simples aficionados a los que sólo les interesan las
especies que nunca existieron (Nessies, yetis y cosas de esas). El
problema es que mientras más serio es el investigador, hay más de
“zoología” que de “cripto”. La prueba es que cada año, el Instituto
Internacional para la Exploración de Especies de la Universidad de
Arizona publica un “top ten” con las nuevas especies descubiertas y, de
momento, no han aparecido gremlins, unicornios ni cosas de esas.
Digo
esto porque la semana pasada se anunció a bombo y platillo (no volante)
que la Universidad de Oxford y el Museo de Zoología de Lausanne iban a
comenzar un estudio para analizar el ADN de todas las pruebas
existentes sobre el yeti, el bigfoot (EE. UU.), el yowie (Australia) y
demás homínidos imaginarios para confirmar, si pueden, que es real. Digo confirmar, porque si no encuentran pruebas no dirán que es una fantasía (algo que saben hasta los niños de teta) sino que habrá que seguir buscando.
Creo
que (como pasó con las Caras de Bélmez y el CSIC) es bueno que lo que
los misteriodistas llaman ‘ciencia oficial’ le dedique algo de tiempo a
estas cosas, aunque sólo sea para luchar contra la falsa imagen de
aburrida o de negarse a aceptar desafíos. Lo que ocurre es que, si empezamos con trolas2 desde el minuto uno, vamos mal.
De hecho, preguntados por Reuters sobre si los estudios servirán para
zanjar el tema, los artífices de esta biribilketa pseudocientífica se
han curado en salud diciendo “no lo sabemos” y que la iniciativa tiene
“pocas probabilidades de éxito”. Entonces, ¿de qué hablamos?
Para
empezar, la Universidad de Oxford no tiene nada que ver con esto o,
para ser exactos, la relación es anecdótica. El equipo británico
capitaneado por Brian Sykes (e integrado por él mismo) depende del
Wolfson College de Oxford, que es un centro asociado (un colegio mayor que también tiene sede en Cambridge). Una entidad privada que se está haciendo publicidad gratuita para atraer alumnos,
como se la hacía la Camilo José Cela cuando invitaba al humorista Iker
Jiménez a dar lecciones de periodismo o como cuando un colegio mayor de
inspiración católica alquila una sala en la facultad de Medicina de la
Universitat de València para organizar una performance de tres días a mayor gloria de la Sábana Santa.
Cabe destacar como dato curioso que Sykes (cuyo currículo no discuto) es, además, propietario de Oxford Ancestors,
una firma especializada en análisis de ADN a la que acude la gente para
saber qué butanero es su padre. ¿Os acordáis cuando hablaba de cómo
usar la ingenuidad de los medios para hacer marketing paranormal? Pues este caso es de manual.
Completa el combo investigador Michel Sartori, director del Museo de Zoología de Lausanne, que tiene un departamento de criptozoología, lo que no es precisamente buena señal.
Buscad algo así en cualquier museo serio y no lo encontraréis. Fue allí
donde Bernard Heuvelmans, el padre de tan peculiar disciplina
científica, depositó su colección antes de morir. Este es otro dato que
echo de menos en los artículos que han salido sobre el tema. Sartori
también es un investigador con cierto reconocimiento en su disciplina
(insectos acuáticos), pero cuando se trata de animales más grandes le
pasa como a esa gente pacífica que se vuelve irreconocible mientras
juega su equipo de fútbol.
Sobre cómo se hará la investigación, también se ha producido un (es)tupido velo mediático y eso que está a pocos click de distancia. Estos son los requisitos:
—El nombre del que manda la ‘prueba’ y su relación con una institución académica (si existe, precisan).
—Una descripción física del objeto a analizar (pelo, dientes...). Es para evitar que el que hace el análisis confunda el culo con las témporas.
—Su origen: una breve descripción de la muestra, cuándo y dónde (las coordenadas si es posible) llegó el objeto al que lo manda. Por supuesto, saben que será mentira.
—Identificación: la opinión personal del friki3 que lo manda sobre a qué animal pertenece y por qué lo cree.
—Autorización: una declaración de que está autorizado a enviar la muestra para el análisis y el permiso para publicar los resultados.
Ni cadena de custodia, ni comprobar los datos, ni nada. Hasta para ser consejero de Bankia te piden más requisitos. A finales de año (si llegamos) se publicarán los resultados. Ya digo yo que no habrá nada nuevo. Bueno, sí. Otra rueda de prensa diciendo que hay que insistir.
Dicen Sykes y Sartori que una de las razones que les impulsa a empezar este proyecto es que “los experimentos efectuados en el pasado han sido poco rigurosos y han estado expuestos a ‘contaminación’ humana”.
Otra mentira más de este par de gamusinólogos. En 2008, el experto en
ADN Rob Odgenl analizó lo que, según los monstruólogos, podría ser un
dedo del yeti que se guardaba en el Museo Británico. Resultó ser de una
persona. ¿De verdad hay que seguir investigando o podemos pasar página
de una vez?
El Mundo, Madrid 27-05-2012
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1 Según el diccionario, gamusino es “Animal imaginario, cuyo nombre se usa para dar bromas a los cazadores novatos”.
2 En el diccionario, trola es “Engaño, falsedad, mentira”.
3 Significa ‘persona emocionalmente desequilibrada’ o ‘persona con ideas y conducta raras y excéntricas’.